Islandia, un país casi sin árboles, experimenta en estos últimos años una especie de fiebre por reforestar. Es un proceso en buena parte impulsado por el Gobierno islandés, en el que los propietarios privados de terreno tienen mucho protagonismo y está sirviendo en buena medida para compensar la huella de carbono.
Por Frederic Ferrando
A Islandia se la conoce como la tierra de hielo y fuego. Una combinación ecléctica de glaciares y volcanes es lo que hace a este país del Atlántico norte uno de los principales destinos para el turismo de la naturaleza.
Con una población de poco más de 350.000 habitantes, la mayoría en la capital, Reikiavik, Islandia cuenta con una gran extensión de terreno en su mayoría deshabitada, algo que favorece a la fauna y la flora. El país también goza de unos paisajes increíbles, ríos que erosionan grandes cañones, inmensas cascadas, acantilados y playas infinitas.
Sin embargo, cuando uno llega a Islandia, hay una cosa que choca: la ausencia de árboles. Se ven en contados sitios, normalmente cerca de Reikiavik. También los encontramos en lowlands o tierras bajas (hasta cuatrocientos metros de altitud), pero en cualquier caso no abundan. Por eso, el gobierno islandés lleva años promoviendo la plantación de árboles en distintas zonas del país. Pero empecemos desde el principio: ¿por qué no hay árboles en Islandia?
AUTOR:
Frederic Ferrando (fredericferrando@outlook.es) es redactor y fotógrafo de naturaleza. Tras la sorpresa que le causó la escasez de árboles en Islandia, ha visitado distintas plantaciones de árboles en el país en colaboración con el servicio forestal estatal. Su conclusión es que si queremos prosperar como sociedad, hay que seguir el ejemplo de Islandia, país líder en políticas climáticas.