Tuve la suerte de conocer a Suso en 1971, en las segundas jornadas ornitológicas de SEO, en Pamplona. Su intervención, denunciando las plantaciones masivas de eucaliptos en Monfragüe, fue contundente y despertó conciencias (y también alguna crítica: “Muerde la mano que le da de comer”, afirmaba un ingeniero del recién creado Icona, que le había encargado algunos dibujos).
Por Joan Mayol
Alguien comentó sus frustrados estudios de biología, cuyo fracaso explicaba con sinceridad el propio Garzón: “¿Cómo voy a presentarme a los exámenes si se empeñan en convocarlos en la época en que hay que estar en el campo, viendo los nidos de águilas y buitres?”
¡Qué suerte para la naturaleza española que Suso no se hiciera biólogo, ni funcionario! Gracias a su espíritu libre, entusiasmo desbordante y criterio personal cercano a la testarudez existen hoy dos parques nacionales (Monfragüe y Cabañeros), se han recuperado cientos de leguas de cañadas y rutas de trashumancia y se han beneficiado incontables especies silvestres. Muy pocos, después de Félix, han conseguido tanto.
Me permitiré evocar otro encuentro, en 1979, también con ocasión de otras jornadas ornitológicas, esta vez en Mallorca. Al acabar el cónclave, cuando todos nos recuperábamos del esfuerzo de la organización, Suso se quedó unos días en Alcudia, con su esposa Isabel. Allí se dedicó a escribir incansablemente decenas de cartas (recordemos que era época de máquinas de escribir y no existía el “corta y pega”), remitiendo las reivindicaciones y las conclusiones del congreso a toda institución, española o europea, que se le ocurría.
Y para cerrar esta nota apresurada y apesadumbrada, quiero reconocer también una deuda de gratitud. En el año 2000, tras unos contratiempos personales de cierta entidad, me llamó urgiéndome a dejar el lío en que me había metido y unirme a sus pastores trashumantes. Acompañarles durante más de un mes fue un privilegio inolvidable.
Suso vive en muchos parajes de la naturaleza española, que se han conservado gracias a sus iniciativas, sus dotes de persuasión y los apoyos que supo concitar. Su nombre merece figurar en la denominación de alguno de estos parques o sus centros, especialmente en el de Monfragüe. Hacerlo oficial sería una forma de no morder la mano que tanto ha dado por el patrimonio natural de nuestro país.
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