Un puñado de pioneros fundaron la Sociedad Española de Ornitología el 15 de mayo de 1954, al estilo de otras organizaciones europeas que también se interesaban por estudiar y proteger las aves. Eran una curiosa mezcla de científicos y profesores universitarios, con algún que otro terrateniente andaluz. Todos ellos tenían buenos contactos en el extranjero, que se apresuraron a arropar aquella incipiente SEO. Hoy, setenta años después y ya integrada en la superestructura de BirdLife International, supera los 24.000 socios, cuenta con 43 grupos locales repartidos por todo el país, mantiene 13 programas de ciencia ciudadana, ha recogido millones de datos con metodologías contrastadas y es la referencia indiscutible en su ámbito de actuación. Por todo ello, el pasado mes de mayo celebró como se merece su 70 aniversario en el Real Jardín Botánico de Madrid, con discursos, presentación en sociedad de la cuarta edición de la guía de aves que firman Eduardo de Juana y Juan Varela, cariñosos vídeos de reconocimiento y hasta una tarta de cumpleaños. Nuestras felicidades a la SEO.
Lo hemos contado muchas veces, pero quizá no en un artículo editorial: Quercus no existiría sin la complicidad de la SEO y de otros muchos colectivos ambientales que florecieron en la etapa de la transición democrática. Pero el papel de la SEO fue fundamental y, hoy en día, absolutamente inviable. Los fundadores de la revista, Benigno Varillas y Teresa Vicetto, lanzaron el primer crowdfounding de nuestra historia, pues necesitaban contar con un número mínimo de suscriptores para editar Quercus. Una revista, conviene recordarlo, que no llegaría a publicarse sin un umbral crítico de apoyos necesarios. Contra todo pronóstico, consiguieron reunir a unas setecientas personas dispuestas a financiar el proyecto por adelantado. Muchos de aquellos entusiastas eran socios de la SEO. Con la actual ley de protección de datos en la mano, habría sido una auténtica fechoría. Solicitaron el fichero de socios para enviarles una propuesta comercial y se lo entregaron. No físicamente, claro, porque no podía salir de la Facultad de Biología de la Complutense, donde se situaba entonces la sede de la SEO, y porque estaba formado por auténticas fichas de cartulina, sin copia de seguridad. Estábamos sumidos aún en la era analógica. Teresa tuvo la paciencia de dictar nombres y direcciones a una grabadora para transcribir después todos aquellos datos a unos centenares de sobres. Eran otros tiempos y regían otras reglas. Si no hubiera sido así, no estaríamos revelando ahora las interioridades de esta veterana revista.
El caso es que tanto la SEO como Quercus son hoy una realidad, muy alejada de los primeros pasos que dieron sus respectivos fundadores. Seguramente, ni unos ni otros hubieran sido capaces de imaginar las consecuencias de lo que ponían en marcha. Por eso acudimos a celebrarlo a la fiesta de cumpleaños de la SEO. Por eso seguimos compartiendo trinchera. Por eso defendemos la naturaleza en la medida de nuestras fuerzas. En Quercus nunca faltan las aves, quizá por ese sesgo inicial en su público lector y por la vocación pajarera de sus colaboradores, aunque tratamos de mantener una visión mucho más holística e integradora que amplía nuestros contenidos al conjunto de la biodiversidad. En otras etapas de la revista, cuando dependíamos de un importante sello editorial, la única página que debíamos someter al escrutinio de sus directivos era la portada, no por razones de contenido sino meramente formales. Debía ser atractiva y destacar entre las demás cabeceras que competían por los mejores espacios expositivos en la selva del quiosco. Era entonces, con aquellas pruebas en la mano, cuando nos enfrentábamos a la eterna crítica: ¿Otra vez un pajarito?