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Un nacimiento prometedor

miércoles 04 de septiembre de 2024, 19:03h

El pasado 10 de junio, un águila perdicera de 76 días de edad, tras haber sido ayudada a superar una grave infección por tricomonas, abandonaba el nido en la Foz de Lumbier e iniciaba su vida en libertad. No es un águila perdicera cualquiera. Se llama Urri y es la primera que nace en Navarra tras veinte años de ausencia de la especie en esta región. Los detalles nos lo cuentan en este número de Quercus (páginas 38 y 39) tres componentes del equipo técnico responsable de tal hito, aunque os podemos anticipar que las reintroducciones de águilas perdiceras desde al menos diez años antes han sido fundamentales para el éxito.

Siete días después de que Urri saltase de su nido, tenía lugar una votación trascendental en el seno del Consejo de la Unión Europea (UE). Tras meses de intensos debates, luchas internas y bloqueos, por fin se podía aprobar una norma que marca objetivos muy ambiciosos y plazos concretos para recuperar la biodiversidad perdida en Europa, un avance que puede dar nuevas alas a proyectos como los que han permitido que el águila perdicera vuelva a criar en Navarra. Hablamos, como ya habrán adivinado los lectores de Quercus, del Reglamento de Restauración de la Naturaleza de la UE.

El cambio de Austria a última hora, posicionándose a favor de esta ley, permitió que se alcanzara el umbral mínimo para aprobarla. Por los pelos, hay que reconocerlo, pero el visto bueno de veinte países que representaban el 66% de la población de la UE, tan sólo un punto por encima de la mayoría cualificada necesaria, permitió sacar adelante esta regulación pionera en el mundo. La nueva ley obliga a los Estados miembros a poner en marcha medidas de restauración ecológica que, en su conjunto y para el año 2030, cubran el 20% de los ecosistemas terrestres y marinos de la UE, así como la restauración total de los ecosistemas degradados para 2050.

El Reglamento de Restauración de la Naturaleza es ya directamente aplicable en todos los Estados miembros y su entrada en vigor, a los veinte días de su publicación el pasado 29 de julio en el Diario Oficial de la UE, ha coincidido con la difusión de un estudio centrado en un concepto que está en total sintonía con los objetivos de la recién nacida norma europea: la renaturalización o rewilding. Investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales y la Universidad de Évora (Portugal) han desarrollado una metodología para identificar áreas con potencial de renaturalización en Europa. Sus resultados indican que una cuarta parte de Europa –más de cien millones de hectáreas– cumple los criterios para aplicar la renaturalización, bien pasiva o activa. La renaturalización de forma pasiva se hace a través del manejo de procesos naturales, como el aumento de la conectividad ecológica que permita el desplazamiento de especies desde poblaciones con excedente demográfico hacia territorios con poblaciones deficitarias o incluso desparecidas a causa de extinciones locales pasadas. Por su parte, la forma activa se lleva a cabo mediante la reintroducción de especies clave para el funcionamiento de los ecosistemas, una propuesta que ha incrementado su popularidad tanto en Europa como en Estados Unidos.

Según los autores del estudio, publicado en la revista científica Current Biology, esta técnica es particularmente importante cuando han desaparecido de la cadena trófica especies de herbívoros y carnívoros que son clave para el funcionamiento de los ecosistemas y cuando se considere improbable que estos animales puedan recolonizar sus antiguos dominios, en un tiempo prudencial, a través de la dispersión natural a partir de territorios cercanos. En España y Portugal tenemos ya un ejemplo paradigmático de rewilding activo: el lince ibérico. Los resultados obtenidos gracias a la reintroducción de ejemplares criados en cautividad y otras medidas complementarias han permitido que tengamos ya más de 2.000 linces y que la UICN haya reducido el nivel de amenaza de la especie en su famosa Lista Roja.

Sin embargo, el rewilding no es la panacea universal ni puede ser la excusa para abandonar los otros frentes de batalla de la conservación. Baste con recordar que en lo que va de año 2024 han muerto más de diez linces sólo en la provincia de Huelva, la mayoría de ellos atropellados. No hay mejor garantía que una sociedad informada, concienciada, crítica y activa frente a los grandes retos actuales que conlleva la defensa de la naturaleza.

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