El abandono de pastizales y campos de cultivo a raíz del éxodo rural de mediados del siglo pasado ha permitido que esos terrenos se hayan ido cubriendo de árboles y arbustos con el paso del tiempo. Las nuevas formaciones forestales contribuyen a fijar carbono atmosférico, tanto en troncos, ramas y raíces como en el horizonte superficial del suelo.
Por Eduardo Velázquez, Felipe Bravo y María Belén Turrión
Durante la segunda mitad del siglo XX, en muchas zonas de clima templado del hemisferio norte se produjo una fuerte migración del campo a la ciudad, acompañada con frecuencia del abandono de una parte de las tierras tradicionalmente utilizadas como cultivos y pastizales. Esos terrenos comenzaron a ser colonizados por la vegetación, lo que generó un lento proceso de regeneración natural, aún en curso, que ha supuesto un importante aumento de la superficie ocupada por bosques y matorrales. Debido a la fotosíntesis, la vegetación fija el dióxido de carbono (CO2) presente en la atmósfera, así que la expansión forestal en tierras agrarias abandonadas acarrea la acumulación de carbono tanto en la biomasa aérea (ramas y troncos) como en la subterránea (raíces). A lo largo del proceso también se acumula madera muerta y hojarasca, que incorpora nueva materia orgánica y provoca, con ello, un incremento del carbono presente en el suelo.
Estudios recientes sugieren que estos bosques y matorrales de nueva factura pueden ocupar un área mucho más extensa que la de las reforestaciones ejecutadas durante el mismo periodo, por lo que habrían jugado (y estarínan jugando aún) un papel muy relevante en la lucha contra la crisis climática. En términos de fijación de CO2 atmosférico, el impacto de la expansión forestal en antiguas tierras agrarias ha sido ampliamente estudiado en las repúblicas pertenecientes a la antigua URSS, donde fueron muchos los terrenos abandonados a comienzos de los años noventa cuando se cortaron las subvenciones a la agricultura. En los países del sur de Europa, por el contrario, dicho proceso lleva produciéndose de forma mucho más gradual, al menos desde los años sesenta.
AUTORES:
Eduardo Velázquez Martín es doctor en Ecología y lleva más de quince años dedicado a estudiar cómo se recupera la vegetación en áreas afectadas por perturbaciones naturales, así como los principales mecanismos que explican la dinámica forestal. Últimamente le ha dado por analizar el efecto que ha tenido el abandono de tierras agrarias en la fijación de carbono.
Felipe Bravo Oviedo es catedrático de Planificación Forestal en la Universidad de Valladolid. Diseña modelos de simulación para bosques puros y mixtos, además de desarrollar herramientas para gestionar grandes bases de datos sobre variables climáticas que afectan al crecimiento forestal y a la mitigación del cambio climático. Su red de ensayos abarca bosques mediterráneos, templados y tropicales.
María Belén Turrión Nieves es catedrática de Edafología y Química Agrícola en la Universidad de Valladolid y actualmente dirige el Instituto Universitario de Investigación en Gestión Forestal Sostenible. Se interesa por la dinámica de la materia orgánica en el suelo, el secuestro de carbono y cómo varía el contenido en fósforo y nitrógeno cuando los terrenos cambian de uso.
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Eduardo Velázquez
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