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Sabor a mar

domingo 02 de marzo de 2025, 12:50h

La buena noticia es que España ha ratificado el Tratado Global de los Océanos, también conocido como Tratado de Alta Mar. Tras cumplir con el correspondiente protocolo ante las Naciones Unidas el pasado 4 de febrero, se ha convertido en el primer país europeo en hacerlo. La mala noticia es que este acuerdo, suscrito en Nueva York por 107 naciones en 2023, necesita que al menos sesenta signatarios lo ratifiquen para que entre en vigor. A fecha de hoy, solamente lo han hecho quince. Estos asuntos, tan formales, tan rígidos, tardan mucho en resolverse y aún más en tener consecuencias positivas. Lo ha dejado muy claro Juan José Ferrero en su artículo sobre el Convenio Africano de 1933, que las Cortes españolas ratificaron en julio de 1936, unos días antes del estallido de la Guerra Civil. En tan dramáticas circunstancias, nadie se ocupó de rematar luego el papeleo (págs. 30-36).

El Tratado Global de los Océanos es muy ambicioso. Tiene como objetivo que al menos el 30% de los océanos mundiales se encuentren protegidos en el año 2030, lo que exige afrontar desafíos como la sobrepesca, la contaminación y el reparto equitativo de los recursos genéticos marinos. También deberá evaluar actividades que se vislumbran problemáticas, como la minería submarina, y tratar de reducir su impacto. Todo ello con la consigna de salvaguardar la biodiversidad en aguas internacionales, las más extensas del planeta. Una tarea ardua sujeta a plazos menguantes y enfrentada a intereses económicos muy poderosos en un clima político cada vez menos propicio. Diríase que los intereses de las grandes potencias van justo en la dirección contraria. Así que no está de más este contrapeso, siempre que alcance pronto los apoyos necesarios y tenga visos de llegar a aplicarse.

Otra muy buena noticia es que el verano pasado el Consejo de Ministros dio luz verde a la tramitación de un futuro parque nacional marino de 24.000 hectáreas de extensión en el llamado Mar de las Calmas, al sur de la isla de El Hierro. Sería el decimoséptimo de nuestra red de parques y el primero estrictamente marino, sin tierra emergida alguna. Eso sí, en sus fondos atesora un volcán activo, de nombre Tagoro, que impone unas condiciones de habitabilidad extremas a su fascinante comunidad de seres vivos, muy poco estudiados. Con el Mar de las Calmas nuestro país se acercaría a ese objetivo que también comparte el Tratado de Alta Mar de proteger al menos el 30% de la superficie marina antes de que acabe la presente década.

Mucho más reciente es una de las conclusiones del vigesimosexto Congreso Español de Ornitología celebrado en Valencia entre los días 12 y 16 de febrero bajo los auspicios de SEO/BirdLife. La destacamos porque también tiene relevancia para los ecosistemas marinos. Al revisar el mapa de las Áreas Importantes para las Aves (IBA, por sus siglas en inglés), se ha incrementado su superficie en nada menos que un millón de nuevas hectáreas. Ahora, de las 24’5 millones de hectáreas que suman todas las IBA, 6 millones corresponden a espacios marinos situados dentro de nuestras aguas jurisdiccionales. Para remate, desde su aprobación formal en 2022, el 1 de marzo se celebra el Día Mundial de las Praderas Marinas, que no deja de ser simbólico pero siempre ayuda.

Todos estos datos habrían hecho muy feliz a Javier Zapata, un buen amigo de Quercus que falleció el pasado 10 de enero (pág. 70). Dedicó muchos años de su trabajo como biólogo en el Organismo Autónomo Parques Nacionales al pequeño archipiélago de las Islas Chafarinas, de resonancias míticas por haber sido refugio de la foca monje y de la gaviota de Audouin, entre otras muchas especies. Echaremos de menos a Javier.

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